06 de Septiembre de 2010
La ira tiene muchos “hijos”, como el odio, la rabia, el enfado, la intolerancia, la insistencia, la irritación, la obsesión el sarcasmo, la envidia, el abuso de la autoridad, la impaciencia, la falta de perdón… generalmente, “explota” cuando queremos controlar a otro o cuando nuestras expectativas no se han cumplido
El odio es una emoción “incendiaria”, destruye la concentración y mata la capacidad de actuar con dignidad y excelencia. Quizá identificándote en el otro. Esperabas de él y te ha defraudado. Te ha herido y partido el corazón. Respondes a esa herida con revancha. Tienes que hacérselo pagar. Crees que así harás justicia. Ese odio te mantiene atado al ser que odias. En vez de aceptarle, perdonarle y soltarle, te atas más a él, nutriendo el dolor y el conflicto.
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